2.5.13


Él miraba el vaso en el borde de la mesa, preocupado de que fuera a caerse.

Es lo prohibido. Los vasos no se rompen adrede. Cuando estamos en restaurantes o en nuestras casas, procuramos que los vasos no queden en el borde de la mesa. Nuestro universo exige que tengamos cuidado para que los vasos no caigan al suelo.
Sin embargo, cuando los rompemos sin querer, vemos que no era tan grave. El camarero dice: "no tiene importancia", y nunca en mi vida he visto que en la cuenta de un restaurante hayan incluido el precio de un vaso roto. Romper vasos forma parte de la vida y no nos hacemos daño a nosotros mismos, ni al restaurante, ni al prójimo.


Se dirigió a él con la actitud que llevaba arrastrando durante semanas. Abrió la boca, pero las palabras se atravesaron en el nudo de su garganta. Mientras, al observarla, comenzó a intuirse en su rostro esa sonrisa que podría ser capaz de encoger hasta el último músculo de cualquiera.

La multitud comenzó a desvanecerse y la aguda alarma anunció la última oportunidad para abandonar aquel lugar.

Sus ojos, por fin, se encontraron con su mirada, más opaca e imprecisa que nunca. Buscaba en él una última alternativa, aunque fuese un reproche, una justificación, incluso una exigencia. Necesitaba un empujón hacia alguno de los lados de ese gran abismo. Necesitaba unos hombros donde apoyarse, un cuaderno en el que contar sus nuevas aventuras, una mano en la que confiar, un compañero con el que viajar. Necesitaba que en ese instante alguien decidiera por ella.

-   Sube a ese tren. Si prefieres quedarte, esta vez no te acompañaré a casa.

26.4.13


Nobody really owns anything. We give back our bodies at the end of our lives. We own our thoughts, but everything else is just borrowed. We use it for a while, then pass it on. Everything. We borrow the sun that shines on us today from the people on the other side of the world while they borrow the moon from us. Then we give it back. We can’t keep the sun, no matter how afraid we are of the dark. We borrow our food. What we eat becomes fertilizer that goes back into the earth and gets turned back into food. Everything is borrowed. Once I realized that, I stopped worrying about how I would survive. I didn’t need to have anything, I just needed to borrow.

23.4.13



Me gustaría estar allí con alguien que me dejase el corazón en paz, alguien con quien pudiese vivir aquel momento sin miedo de perderlo al día siguiente. Así el tiempo pasaría mas despacio; podríamos quedarnos en silencio, ya que tendríamos el resto de la vida para conversar. Yo no tendría que estar preocupándome de temas serios, decisiones difíciles, palabras duras.

13.4.13


There are days when solitude is a heady wine that intoxicates you with freedom, others when it is a bitter tonic, and still others when it is a poison that makes you beat your head against the wall.

9.4.13


Sólo la áspera madera dejaba entrar unas agujas de luz del exterior. Ya no notaba sus pies, no respondían. Sólo se movían para tiritar de frío y miedo. La penumbra se había apoderado de sus ojos, los cuales ya no recordaba si tenía abiertos o los había cerrado para siempre. Sus uñas ya no sentían su piel, clavándose a cada minuto con fuerza. No encontraba su cuerpo, sólo sentía el peso de su propia espalda astillada meciéndose sobre sí misma.

No era agradable. Pero tampoco recordaba el significado de esa palabra. Hacía mucho tiempo que no recibía nada del exterior que se lo recordara: no echaba de menos el calor, una brisa, una llamada,… Ya no sabía si había dejado de escuchar o si, por el contrario, en realidad ya no quedaba nada ahí fuera.

Ni siquiera las ratas habían regresado a roerle los últimos jirones de aquel castigo.

De pronto, y como si alguien hubiera escuchado sus pensamientos desde el agujero más profundo del mundo, unos pasos se acercaron a ella. Caminaban lentos, sin prisa, buscándola, cada vez más cerca.

Quiso moverse. Quiso pedir ayuda. Quiso gritar. Despegó los labios y desnudó su garganta. De su boca no pudo salir ni siquiera un último suspiro. 

8.4.13

deprisa y COrriendo


Las prisas nunca fueron buenas. Llegar tarde menos. Se calzó de camino a la puerta y no comprobó si ésta se cerraba detrás de él. Subió la calle olvidándose de respirar y de controlar su ritmo cardíaco, perturbando la tranquilidad de las siluetas que paseaban a su alrededor.

Empujó la puerta con el hombro y entró. El fuerte olor de los recuerdos le paralizó por un momento e intentó buscarla con la mirada mientras su cabeza se desnublaba y recuperaba el aliento. El tabernero, tras la barra y sin quitar de vista el vaso que sujetaba entre las manos y que frotaba con el paño para sacarle aún más brillo, negó con la cabeza. Ni siquiera hoy podía haber cumplido con su promesa de las 7:45.

Ya era tarde. Pero se le hizo aún más cuando comprendió que llegaba tarde a la cita en la que ella nunca aparecería.

11.3.13

COartar


Es como el aire que respiras y sueltas en cada suspiro. No pretendas retenerlo, ni por más de unos minutos. Porque vuela hacia donde quiera ser llevado, independiente de tu capacidad pulmonar o de tus ansias de vivir, de respirar.

26.2.13

bajo COntrol

Hay lugares que te dejan boquiabierto, situaciones que pueden paralizarte y viajes que no te dejan indiferente. Despegas hacia un destino nuevo. Crees que tienes todo bajo control, que eres dueño de tus pensamientos, propietario de tus decisiones y responsable de tus deseos. Pero a veces, no todo es tan fácil como te gustaría y hay destinos que cambian radicalmente tu forma de pensar, tu manera de ver las cosas y, por último, inevitablemente, tu vida.


 

















                        

16.2.13

COurage

Por un momento mis pies se encontraban en el filo de las dos caras de aquel lugar. A mis espaldas, los tejados de la ciudad se recortaban, a lo lejos, entre el algodón naranja y azul del cielo. A mis pies, enemigo de la ciudad, el mar rugía a unos pocos metros. El silencio dejaba su eco en cada rincón de aquellas piedras grises... Sólo los gemidos y lamentos de unos pocos se dejaban camuflar entre el ir y el venir de las olas. El frente de una débil tormenta cabalgaba en el horizonte. Relampagueaba frágilmente iluminando con leves descargas, rayando el puerto. Ninguno de nosotros sabíamos si esa tormenta había pasado ya o todavía estaba por llegar.

Las gotas caían sobre nuestra ropa, calándonos hasta las entrañas. Pronto la luz que quedaba no era más que el destello cobrizo de un par de velas. El telón de la noche no se resistió ni un momento en bajar y anunciar el final del día. Nunca imaginé que el crepúsculo traicionaba tan rápido cuando más le necesitabas.

Entonces la vi.
Enfundada en una gabardina, y cubriendo su pelo y sus ojos con un oscuro sombrero.

Nuestras pupilas se cruzaron, rasgando el aire que nos separaban. Su mirada parecía transmitirme palabras que no acertaba a comprender. Sólo conseguía traducir ojos que por fin habían despertado de un largo sueño... o de una larga pesadilla. La sangre se me heló y en un instante fui incapaz de contar los alfileres que se me clavaban uno a uno, como astillas de hielo y sin previo aviso, por cada milímetro de piel. Hasta ese día no fui consciente de que el cuerpo humano albergaba tantos poros. Un nudo subió desde mi estómago hasta la garganta y contuve mis ganas de llorar.

Desvié la mirada y mis ojos encontraron la caja de madera negra descendiendo poco a poco. La oscuridad la devoraba mientras la voz de un hombre retumbaba, pretendiendo salvar algo de su alma. Miles de sombras se dibujaron en cada rincón. Por sorpresa de todos, ella avanzó unos pasos y dejó caer una rosa de color rojo que sostenía entre sus dedos. Por un instante me pareció distinguir una lágrima del mismo color rodando por sus mejillas hasta la comisura de sus labios.

Quise tragar saliva.
Pero la boca se me había secado en un segundo.

Cuando mi cuerpo y mi alma reaccionaron, me dispuse a buscar de nuevo con sus ojos, esperando encontrar tristeza y desesperación. Quería consolarla aunque fuera con una sola mirada. Deseaba saber qué hacer. Cómo ayudar a enterrar tantísimos recuerdos.

Era demasiado tarde... No volví a verla más. 
La oscuridad y la niebla no dejaron rastro de ella.


10.2.13

sin COntenido


Y entonces sonó. Sin mirar el reloj, salí apresuradamente del barullo, esquivé el centenar de figuras que se amontonaban, sabiendo que había llegado la hora. Mi equipaje apenas pesaba: viejas cartas, algo de ropa y una antigua cámara de fotos que ya había tomado los mejores momentos de mi vida. Así que, sin saber muy bien cómo, embarqué y me vi en la cubierta, intentando recuperar el aliento.

No fue muy sencillo. Mis músculos se volvieron de hormigón y una bomba parecía que se había infiltrado en mi pecho: Me encontré con su mirada. Entre todas esas mujeres, con sus pañuelos blancos en la mano y sus lágrimas sinceras en los ojos; entre esos críos con sus sonrisas ingenuas pensando que papá volverá pronto; entre esas despedidas impregnadas de sinceros "te echaré de menos"; entre esos colegas con cigarrillos en la boca, brindando por ser ésa la la última de muchas otras...

Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Pues podría decir que esa mirada valía más que mil imágenes. El aire me faltaba. El pecho quería independizarse de mi cuerpo. No soy capaz de explicar qué sentí. Naufragué en sus ojos y tampoco sé qué sentía ella. Es como... Sí, parece una locura, pero es como si no sintiera nada. Ni penas, ni glorias. No quería gritarme un "hasta pronto" como los miles que se escucharon esa tarde. No sentía que me fuera a echar de menos, ni que quisiera abrazarme por última vez. No percibí ni un ápice de arrepentimiento al dejarme marchar...

Blanca. Pálida. Fría. Vacía.

Y sin embargo, yo no podía dejar de observarla. Algo incontrolable se apoderó de mí y estuve a punto de saltar al vacío. Ella simplemente sostenía la mirada. Sus labios parecían estar esculpidos en el mármol de su rostro. Cuando perdí el equilibrio su gesto ni se inmutó. En la vida había encontrado en ella una mirada tan moribunda.

Ojos muertos. Ojos vacíos... Vacíos de mí.

9.2.13

el valor de lo COtidiano

Por mucho que quieras huir lo más lejos posible, lo cierto es que tienes, al alcance de tu mano y a pocos pasos de tu casa todo lo que necesitas en este instante. Quizás no es suficiente, pero ver pasar al cielo por todas las tonalidades posibles en unos pocos minutos quizás te alivie por el momento. Correr, perseguir los colores, seguir esas breves pinceladas, sentir que se escapan, puede que te haga sentir aún viva. Que la escenografía se instale frente a ti, que tú ya te encargas, si está en tu mano, del resto.









19.1.13

mi mejor COmpañía

Es mi compañero de viajes, de aventuras, de experiencias, de momentos, de instantes. Mi compañero de vida. Es quien me hace seguir adelante cuando las fuerzas flaquean, el que soporta mi mal humor, mi carácter, mi ganas de viajar. Es la mejor compañía que puedo tener a mi lado, con quien puedo compartir absolutamente todo: mis pequeños secretos, mis ambiciones, mis defectos, mis proyectos, mis éxitos y mis fracasos.

Por ello, y aunque me queden unas horas para coger un avión, esta vez sin él, rumbo al destino al que estaré más lejos de casa que nunca, quería terminar estos posts de nuestra increíble aventura por tierras croatas e italianas con una mención especial a Richi, mi mejor compañía: mi mejor mitad














17.1.13

COlores

Tuvimos la suerte de escaparnos al segundo día a las demás islas de la laguna veneciana, y visitamos Murano y Burano. A pesar de ser menos conocida, me gustó mucho más esta última: es más tranquila, encuentras menos turistas, tiene rincones más inesperados y los paseos son más agradables. Cada casita de la isla está pintada de un color diferente para, según cuenta la leyenda, cada pescador pueda identificar su casa los días de niebla. Desde luego esta isla de pescadores es una preciosidad. ¡Espero que os guste tanto como a mí!