2.5.13



Se dirigió a él con la actitud que llevaba arrastrando durante semanas. Abrió la boca, pero las palabras se atravesaron en el nudo de su garganta. Mientras, al observarla, comenzó a intuirse en su rostro esa sonrisa que podría ser capaz de encoger hasta el último músculo de cualquiera.

La multitud comenzó a desvanecerse y la aguda alarma anunció la última oportunidad para abandonar aquel lugar.

Sus ojos, por fin, se encontraron con su mirada, más opaca e imprecisa que nunca. Buscaba en él una última alternativa, aunque fuese un reproche, una justificación, incluso una exigencia. Necesitaba un empujón hacia alguno de los lados de ese gran abismo. Necesitaba unos hombros donde apoyarse, un cuaderno en el que contar sus nuevas aventuras, una mano en la que confiar, un compañero con el que viajar. Necesitaba que en ese instante alguien decidiera por ella.

-   Sube a ese tren. Si prefieres quedarte, esta vez no te acompañaré a casa.

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