Al día siguiente contratamos una excursión al Parque Nacional de las Islas Kornati. Desde luego no nos decepcionó en absoluto. El barco nos recogió en el puerto de la isla de Murter y navegamos por el Adriático durante todo el día. Un guía personal iba contándonos lo que nos encontrábamos por el trayecto, pequeñas curiosidades del parque y sus alrededores. Lo que más nos impresionó en nuestro primer contacto con la reserva natural fueron los impresionantes acantilados y cortados de cada pequeña isla. El archipiélago tiene una topografía específica y muy especial, además de presumir del azul intenso de sus aguas.
Se dice que este archipiélago está formado por 147 islas, aunque muchas leyendas afirman que en realidad se compone de 365, como los días del año. Lo maravilloso de este lugar es que la mayoría de estas islas son vírgenes y están desiertas. Además, se puede disfrutar del encanto de los asentamientos en algunas islas. Nosotros, por ejemplo, paramos a comer pescadito en Kornat, una de las islas que están pobladas... aunque mínimamente: en Kornat sólo vimos un restaurante y unas pocas casas de pescadores.
También hicimos una parada en la isla de Levrnaka, la única isla del parque que goza de una playa de arena blanca y fina, y donde, por supuesto, disfrutamos de un bañito para refrescarnos un poco. Otra posibilidad era hacer una pequeña expedición subiendo a la cima de esta isla donde las vistas del parque eran impresionantes. Pudimos contemplar el archipiélago en su totalidad desde un punto de vista totalmente diferente.
isla de Kornat, donde muchos (incluídos nosotros) paran para probar el pescadito fresco de la zona en su restaurante familiar
cima de la isla de Levrnaka, un punto de vista totalmente diferente del Parque Natural
playa de arena fina y blanca de la isla de Levrnaka
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